Rodrigo Hucke-Gaete explica que el cuerpo de una ballena azul de 200 toneladas puede reunir a unas 470 especies distintas de animales a lo largo de todo el proceso de descomposición. Desde que está en la superficie hasta que se hunde y desaparecen sus huesos, el mismo puede tardar entre 50 y 100 años.
Las ballenas cumplen un rol fundamental para el bienestar integral de los océanos y el medioambiente. Incluso después de muertas, son fundamentales para la vida ya que se convierten en fuente de alimentación y nutrientes para cientos de especies de animales. El científico chileno Rodrigo Hucke-Gaete explica que el fenómeno se da tanto en la superficie del mar como en lo profundo, donde los cuerpos se depositan tras el proceso de descomposición.
Una fuente de vida
Las causas de muerte de las ballenas son numerosas. Algunas son naturales y se producen ya sea por enfermedades o bien por vejez. Otras son antropogénicas y responden a la actividad del ser humano: las colisiones con embarcaciones, los enmallamientos y las intoxicaciones por microplásticos son algunas de ellas.
Cuando los cetáceos mueren mar adentro, sus cuerpos se convierten en una fuente de vida para cientos de especies de animales. El fenómeno comienza en la superficie, donde las ballenas flotan por un tiempo antes de hundirse.
El proceso de descomposición genera que los cuerpos de las ballenas se hinchen, y por eso es que flotan. Lo hacen dadas vuelta, con el vientre hacia arriba.
Allí los restos son abordados por diversos animales, principalmente por aves carroñeras y tiburones. Al devorar la superficie del cuerpo, los gases que se generan por la descomposición encuentran un espacio de salida. En consecuencia, el cadáver del ejemplar se deshincha y comienza su descenso hacia aguas profundas.
Dióxido de carbono y nieve marina
Lo que ocurre debajo del océano es tan fascinante como misterioso. Las ballenas no solo se vuelven una fuente de vida después de muertas, sino que dan lugar a la generación de ecosistemas singulares y nunca antes vistos.
En diálogo con Austerra, Rodrigo Hucke-Gaete remarcó ante todo que, al morir, las ballenas se llevan hacia el fondo del mar todo el dióxido de carbono que absorbieron a lo largo de sus vidas.
También arrastran partículas de compuestos orgánicos, más conocidas como “nieve marina”. Normalmente, este material desciende de forma lenta y paulatina. Pero la bajada de un cuerpo de ballena acelera e intensifica el proceso.
Un ecosistema único
El biólogo marino y cofundador del Centro Ballena Azul explicó que, una vez que el cadáver del cetáceo queda depositado sobre el lecho marino, comienza a ser devorado por diversos animales.
Los restos de la ballena en cuestión sirven de alimentación a peces, tiburones y crustáceos. Primero desmiembran el cuerpo e ingieren las grasas, los músculos y los tejidos. El tamaño de los cetáceos es tal que los animales pueden comer de él por aproximadamente 2 años.
Cuando solo queda el esqueleto, comienza un nuevo proceso de alimentación a cargo de gusanos tubícolas y otros crustáceos, que se alimentan de los huesos.
La descomposición ósea de la ballena es lo que más tiempo lleva: se estima que el proceso puede durar entre 50 y 100 años. También es la etapa que más cantidad de animales convoca.
Rodrigo Hucke-Gaete menciona a modo de ejemplo el caso de una ballena azul de 200 toneladas. De acuerdo con los cálculos realizados, un cuerpo como este puede reunir a unas 470 especies de animales en el proceso. Animales que, de otra manera, no se reunirían, lo que conforma un ecosistema sumamente especial.
El caso de las ballenas varadas
La situación difiere cuando los cetáceos no mueren en alta mar, sino que lo hacen en las costas. Al igual que en el primer caso, las causas pueden ser naturales y antropogénicas.
Las ballenas que quedan encalladas se descomponen con rapidez. Algunos animales se pueden alimentar de sus restos, en especial las aves de carroña. Sin embargo, el cuerpo no se convierte en la misma fuente de vida que cuando queda en el océano.
También se vuelve un riesgo para los seres humanos. La descomposición de una ballena varada emite toxinas que pueden ser tóxicas para las personas. Por esto mismo, se recomienda no acercarse a los cuerpos que se encuentran en las costas.
Martín Prieto comenzó su carrera en Greenpeace Argentina como Director Ejecutivo. Logró importantes avances como la sanción de la Ley de Promoción de la Energía Eólica y la Ley de Protección del Bosque Nativo. En 2012, asumió como Director Ejecutivo de Greenpeace Andino, liderando las oficinas de Argentina, Chile y Colombia hasta 2018.
En 2006, Prieto fue designado Líder de la Campaña de Ballenas por Greenpeace International, destacándose en el bloqueo de los intentos de Japón de retomar la caza comercial de ballenas junto a la Comisión Ballenera Internacional. Además, ha sido asesor de Greenpeace International, Greenpeace Mediterráneo, Greenpeace India y Greenpeace Rusia.