Greenpeace lleva adelante numerosas iniciativas a lo largo y ancho del planeta para buscar generar conciencia en los gobiernos y en la población, acerca de la importancia de la conservación de las ballenas para el futuro. 

La lucha por la preservación de las ballenas no conoce el descanso. Si bien, a nivel internacional está vigente una legislación que prohíbe su caza comercial como así también la comercialización de los productos realizados en base a su aprovechamiento, tres países, Islandia, Japón y Noruega, continúan con su caza comercial de ballenas. 

En este orden, se calcula que en total , estos países cazan y matan más de 1,000 ballenas al año con fines comerciales. Esta situación llegó a su límite durante el siglo XX, cuando la ballena azul, el animal más grande que jamás haya existido, fue casi exterminada de la faz de la tierra, debido a las acciones de depredación de la caza comercial. 

A pesar de los esfuerzos disuasivos de los Estados Unidos y otros países miembros de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que durante años llevaron adelante iniciativas para persuadir a Islandia, Japón y Noruega para que pongan fin a la caza de ballenas, estos no han tenido éxito. No previendo la importancia que tiene la conservación de la especie y socavando la eficacia de la prohibición de la caza comercial de ballenas establecida por la comisión Internacional, estos tres países siguen sordos a los reclamos internacionales que no han cesado. Por las presiones, en 2019, Japón decidió alejarse de la CBI y ahora se ocupa de la caza comercial de ballenas en sus propias aguas territoriales, al margen de todo control internacional. 

El impacto del cambio climático en los hábitats marinos. 

Los factores que ponen en serio riesgo de extinción a las ballenas son múltiples. No sólo peligran por la caza comercial sino que el calentamiento de los océanos y la pérdida de hielo marino en el Ártico y la Antártida pueden afectar gravemente sus hábitats y fuentes de alimentación principales. 

Sucede que las grandes áreas de diminutas plantas y animales marinos, que constituyen la fuente principal de su alimentación, se mueven o cambian en cuanto a su abundancia a medida que el cambio climático altera la temperatura del agua del mar, los vientos y las corrientes oceánicas. Ello implica en algunos casos, como

es el de las ballenas jorobadas y azules, que tengan que recorrer distancias mucho más extensas en busca de su fuente de sustento. 

En este sentido, el cambio climático ha afectado considerablemente la disponibilidad de alimento en los mares del Atlántico Norte, en donde la ballena franca de esa zona se alimenta y reproduce, y ahora se encuentra en peligro de extinción. 

Los peligros de la industria marítima y las rutas comerciales 

Algunas coincidencias accidentales entre las rutas marinas y los hábitats de las ballenas han causado perjuicios a las colonias de ballenas que aún hoy día ocurren de modo asiduo.Muchas de las rutas marítimas más transitadas del mundo se superponen directamente con áreas donde las ballenas viven en los océanos. 

Durante largos meses, en determinadas zonas se instalan para dar a luz, amamantar a sus crías o para reproducirse. En estos mismos sitios se dan las colisiones con barcos, los enredos en las artes de pesca (situación conocida como captura incidental) , que sumado a la contaminación ,matan y diezman a las ballenas.La falta de conciencia en este sentido, ha hecho que en muchos países, exista poca o nula voluntad política para priorizar y abordar estos problemas urgentes. 

El desconocimiento de la importancia del rol que cada ballena cumple a nivel ambiental va de la mano de la falta de acciones concretas, mientras que las soluciones ya no pueden postergarse por más tiempo. 

Fomentar la conciencia global de la problemática que atañe a las ballenas 

Desde Greenpeace se ha estado trabajando activamente para proteger a las ballenas desde los inicios de la organización. Por intermedio de las campañas de concientización, ayudamos a convencer al mundo de prohibir la caza comercial de ballenas. Nuestros activistas y voluntarios trabajan arduamente por reducir la cantidad de ballenas que se pierden cada año demostrándole a las compañías navieras, las flotas pesqueras y los gobiernos que las nuevas herramientas y las mejores prácticas pueden reducir significativamente las muertes y lesiones de las ballenas. 

También apoyamos la documentación de la situación en los océanos y trabajamos para proteger las áreas críticas de alimentación y reproducción así como las rutas migratorias de las ballenas. La meta es establecer santuarios de ballenas, ayudar a

cambiar las rutas de navegación y reducir los estudios sísmicos que interrumpen las zonas de alimentación. 

En este sentido, Greenpeace desempeñó un papel destacado en el impulso de la creación del Santuario del Mar de Ross en el Océano Antártico. Todo el equipo a nivel mundial, seguirá esforzándose por elevar la conciencia pública sobre la necesidad de la conservación de las ballenas a nivel nacional, regional e internacional. Un compromiso clave con el futuro ambiental que será el legado más preciado para las próximas generaciones.