Un nuevo procedimiento de gestión de la CBI

Tras los problemas que se generaron por el Nuevo Procedimiento de Gestión, la CBI pidió al Comité Científico que delinease un nuevo sistema de gestión “alternativo” para garantizar que no exista más ninguna explotación ballenera.

En 1994 salió la Resolución de la CBI que aprobó el Procedimiento de Gestión Revisado. Es un conjunto de normas cautelares que no fueron. Sin embargo, incorporadas formalmente las normas operativas en el “Programa” el RMP se creó como parte de un Programa de Gestión Revisado (RMS). Este incluiría además una reglamentación para el estudio demográfico de las poblaciones de ballenas y para la inspección y supervisión de las explotaciones. Tanta controversia, hicieron imposible la adopción de dicho RMS.

En el mismo año, tras una intensa campaña de parte de WWF y otras ONG más, se creó el santuario ballenero del Pacífico Sur. Es una reserva de 50 millones de kilómetros cuadrados que garantizaría la recuperación de todas aquellas poblaciones más afectadas por la explotación ballenera.

Si bien algunos países iniciaron estudios no letales en dicho santuario, Japón siguió llevando a cabo sus actividades balleneras basándose en “caza científica” dentro de sus límites, como también en el Pacífico Norte.

La situación actual de la CBI

En las últimas décadas, la CBI siguió avanzando con esperanzas de un cambio de su perspectiva. El objetivo comenzó a orientarse más a la conservación y el estudio de las ballenas. Esta situación se evidenció en 2003 gracias al establecimiento de un Comité de Conservación.

No obstante, Japón, Noruega e Islandia siguieron con la captura de ballenas a tan gran escala como les sea posible. Estos tres países explotan lagunas legales de la Convención Ballenera y matan a más de 1.200 ballenas cada año. Desafían constantemente la moratoria de la CBI.

Por su parte Noruega se ampara en su objeción a la moratoria y Japón se basa en la excusa de la “investigación científica”. Por otro lado, Islandia se incorporó a la CBI, pero para interponer su objeción formal a la moratoria. Aunque había afirmado que no emprendería más actividades de explotación ballenera hasta 2006, puso inmediatamente en marcha un programa de “capturas científicas”.

Actualmente, los países que integran la CBI se encuentran divididos entre países balleneros y países no balleneros. Esta situación ha creado una parálisis que hace imposible obtener la mayoría necesaria para conseguir cambios significativos. Como consecuencia, lamentablemente la explotación ballenera sigue creciendo sin ningún control internacional.

Mientras se sigue debatiendo sobre cuál es la mejor manera para gestionar la explotación comercial de las ballenas, la CBI comenzó a enfrentarse a las nuevas amenazas que determinan el futuro de estos animales.

Son varios los problemas que se están tratando en la actualidad, entre ellos se encuentran: la captura accidental en artes de pesca, la conservación de los “pequeños” cetáceos, las ballenas y todo su entorno, las preocupaciones sobre la gestión de los ecosistemas, las áreas protegidas, el cumplimiento y la aplicación de las normativas, la inexplicable gestión de la “caza científica” de ballenas y la colaboración con otras organizaciones.

Todas estas cuestiones son críticas para el futuro de los cetáceos y en la actualidad siguen siendo parte de la agenda de conservación de la CBI.

CBI en el siglo XXI

Desde la CBI exigen en primer lugar que se evite el retorno a la explotación ballenera comercial no controlada y a gran escala. Este es el objetivo que tienen a corto plazo. En la actualidad, es la principal contribución ofrecen a la conservación de estos cetáceos.

No obstante, vale recordar que cuando se negoció la ICRW en el año 1946, aún no se comprendía del todo lo complejo de estas amenazas que penden sobre los cetáceos. Incluso, ni siquiera se habían reconocido. En ese entonces no se entendía bien el entramado que afectan a todos los cetáceos y la situación política era muy diferente de la actual.

Ya han transcurrido más de 50 años desde la Convención y se ha hecho imposible separar los riesgos que tiene la explotación comercial de las ballenas de los que son generados por la contaminación, las capturas accidentales o la sobrepesca.

Asimismo, no es posible establecer un límite arbitrario entre los pequeños y grandes cetáceos, ya que ambos son sometidos a la explotación comercial, y justamente la de los primeros carece de controles internacionales.  

Hoy por hoy, quizás es más adecuado y hasta más útil para la conservación de las ballenas, enfrentarse a trabajar sobre todas las amenazas en un contexto amplio y multilateral. Así ha comenzado a hacer la CBI.

Por el momento, la ICRW es el único instrumento internacional disponible para proteger formalmente a todos estos cetáceos y enfrentarse a todo lo que pone en peligro su vida. La CBI debe continuar extendiendo ese campo acción para enfrentarse a todas las amenazas de origen humano que están afectando y centrar su actuación en garantizarles la supervivencia a las especies más amenazadas.