Una de las necropsias realizadas permite conocer que una de las ballenas varadas murió mar adentro víctima de una neumonía, y que luego llegó a la costa debido a las corrientes. Los ejemplares fueron enterrados en las playas donde fueron encontrados.

Hacia fines de mayo y con apenas días de diferencia, dos ballenas jorobadas juveniles aparecieron muertas en el partido de Pinamar, en la Costa Atlántica argentina. Ninguna presentó signos de violencia y se especula con que perdieron la vida por causas naturales. La detección de una enfermedad en uno de los cuerpos genera preocupación por el estado del ecosistema marino.

Varamientos en Pinamar

El primer ejemplar apareció el lunes 27 de mayo en las playas de La Frontera, en el norte de Pinamar. Se trató de un juvenil de ballena jorobada de 6,7 metros de longitud y fue encontrada por vecinos de la región, quienes pusieron en aviso a las autoridades.

Apenas 3 días más tarde, el jueves 30 de mayo, otro ejemplar juvenil de jorobada apareció en la zona de Valeria del Mar, también en el partido de Pinamar. A diferencia del anterior, era apenas más grande: medía unos 8 metros de largo. 

En cuanto a las similitudes, ambos cuerpos estaban en estado inicial de descomposición y aún mantenían la coloración propia de la especie. Tampoco presentaban signos de haber sufrido algún tipo de violencia, como las producidas por los enmallamientos y las colisiones con barcos.

Trabajo en equipo

Tras el aviso del segundo caso, Agustina Macchi, Antonella Padula, Candela Macagno y Carolina De León acudieron a la zona para comprobar el estado en el que se encontraban los cetáceos varados.

Se trata de integrantes del Grupo de Investigación Biología, Ecología y Conservación de Mamíferos Marinos, el cual forma parte de IIMyC (Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras) – CONICET – Universidad de Mar del Plata.

La Fundación Ecológica Pinamar también se presentó para seguir de cerca el proceso y la Fundación Mundo Marino se encargó de las necropsias.

Una tarea riesgosa

Jennifer Pezzo pertenece a la Fundación Ecológica Pinamar y, junto a sus colaboradores, se encargó de tareas como la de custodiar el cuerpo de la jorobada que apareció en Valeria del Mar.

La especialista habló sobre la importancia de impedir que la gente se acerque al cuerpo para tocarlo o sacarle fotos. Y explicó las razones.

En primer lugar, no se sabía de qué murió. Además, las ballenas en descomposición emiten toxinas que pueden ser perjudiciales para el ser humano y otros animales, por lo que es necesario mantener la distancia.

Conservar los restos también es importante para la correcta realización de la necropsia y para otros fines científicos: para obtener muestras útiles que permitan obtener más información sobre las ballenas.

Respuestas y preguntas

Los estudios realizados en el primer ejemplar varado permitieron conocer que la ballena murió víctima de una neumonía bilateral. El Centro de Diagnóstico e Investigaciones Veterinarias (CEDIVE) de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de La Plata identificó que el cuadro había sido generado por la bacteria nocardia.

La pregunta que surgió es cómo se contagió la ballena: en dónde y de qué manera. Al ser una especie de comportamiento social, también se presentó la posibilidad de que fuesen varios los ejemplares afectados.

Pezzo comunicó que no es normal que un cetáceo juvenil muera. Cecilia Prieto, bióloga marina, agregó que tampoco es común que los restos aparezcan en las plazas de la Costa Atlántica.

Un signo de alarma

La noticia es preocupante por lo que implica en sí la pérdida de dos ballenas jorobadas por razones fuera de lo común. Sin embargo, la mayor señal de alerta se encuentra en la posibilidad de que haya una enfermedad transmitiéndose entre los animales del ecosistema marino.

Pezzo relacionó el caso de los cetáceos varados con el comportamiento inusual que ciertos animales demostraron durante el último verano en Pinamar.

Por lo general, cada año se cuentan unas 20 apariciones de lobos y elefantes marinos que se acercan hacia las playas para descansar. No obstante, este año la cantidad fue de 150, lo que lleva a pensar en un cambio importante en las condiciones de vida de los animales del mar.