Investigadores tomaron muestras de piel y de grasa de las ballenas jorobadas que habitan en el Pacífico colombiano y la Península Antártica. La Primera Expedición Científica al continente austral fue clave para el estudio.

Un grupo de científicos colombianos realizó hace unos años el primer estudio centrado en la presencia de mercurio en las ballenas jorobadas. El resultado fue desalentador. Desde entonces, los investigadores siguen el fenómeno tanto con estos cetáceos como con otros animales, y la información obtenida permite sacar conclusiones acerca del estado de los ecosistemas marinos.

Un estudio necesario

La gran presencia de ballenas que se encuentra en Colombia entre los meses de julio y octubre favorece el turismo y las actividades de avistamiento. Al mismo tiempo, estimula la investigación científica, la realización de estudios con el fin de conocer más sobre los cetáceos.

En este marco, un grupo de científicos colombianos decidió estudiar una problemática que no es propia de este país, sino que se encuentra en distintas latitudes del mundo: la presencia de mercurio en las ballenas jorobadas.

No es el primer estudio de este tipo que se realiza en Colombia: ya se había estudiado el envenenamiento con mercurio en el delfín rosado, el atún y el bagre rayado, entre otros animales. 

Sí es la primera investigación que se centra en la ballena jorobada, animal que ocupa otro rango en la cadena alimenticia.

Una especie vulnerable

Los investigadores centraron su trabajo en el grupo de ballenas jorobadas que se alimenta en la Península Antártica y que luego migra hacia Colombia con el fin de reproducirse y criar a sus ballenatos.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) define que el estado de conservación de la especie es de preocupación menor. Sin embargo, en Colombia las jorobadas son consideradas como vulnerables.

Se las estudió tanto en Colombia como en las aguas de la Antártida, con el fin de obtener información en las dos regiones principales que habitan durante buena parte del año.

Las claves del estudio

Todo comenzó con una investigación de pregrado encabezada por Paula Ángel. La científica comprobó que las jorobadas efectivamente se encuentran acumulando mercurio en sus cuerpos, tanto en la piel como en la grasa. También encontró que las muestras obtenidas presentan una mayor acumulación en la Antártida que en Colombia.

El trabajo realizado en la Península Antártica fue posible gracias a la Primera Expedición Científica Colombiana al continente, la cual se llevó a cabo entre 2014 y 2015. 

En paralelo, investigadores tomaron muestras en el Golfo de Tribugá, en el departamento colombiano de Chocó. 

La bióloga Natalia Botero explica que el proyecto luego pasó a la Comisión Colombiana del Océano (CCO). Y que los motivos responden a la necesidad de continuar con la investigación y de sostenerla a lo largo del tiempo. 

Dos tipos de muestras

Parte del proceso fue el mismo tanto en Colombia como en la Antártida: se tomaron pedazos de tejido y grasa de ballenas gracias al método de biopsia remota.

Pero en el Pacífico colombiano hubo una diferencia. Allí las ballenas saltan y coletean, por lo que la parte más superficial de su piel se desprende.

Los científicos recolectaron estas huellas, que fueron claves para la investigación. En concreto, para identificar si la presencia de mercurio es la misma en la piel que en la grasa.

Se encontró que no, que en la grasa hay mayor concentración de mercurio. Sobre esta información, los investigadores plantearon la hipótesis de que las ballenas saltan y coletean como mecanismo de defensa, ante la necesidad de eliminar de su piel la presencia del metal.

Una especie informativa

Diego Mojica, quien trabaja para la Fundación Malpelo y otros Ecosistemas Marinos, indica que la bioacumulación del metal podría deberse a un efecto de biomagnificación. Es decir, que el mercurio se transmitiría de eslabón en eslabón en la cadena trófica. 

Se piensa que ingresa a las ballenas a través del kril, crustáceo que representa la principal fuente de alimentación de los cetáceos.

La concentración de mercurio en la región antártica respondería, a su vez, a fenómenos como el de la minería artesanal e industrial. Las corrientes de agua también llevarían el metal hasta las aguas australes.

Mojica continúa con la investigación y este año formó parte de una nueva expedición a la Antártida. Allí, entre otras cosas, tomó muestras de una foca leopardo para analizar su contenido de mercurio.

El envenenamiento es perjudicial para las ballenas por el estado vulnerable en el que se encuentra su conservación como especie. Pero también afecta a otros seres vivos y al medioambiente general.

En palabras de Botero, los cetáceos adquieren un rol de especie informativa. Al estudiarlos, se obtiene un conocimiento que es clave para comprender lo que pasa en los ecosistemas que habitan.