Bryant Austin es autor de algunos de los registros más íntimos, cercanos y singulares de las ballenas. Sus encuentros con los cetáceos parten de la confianza mutua, del establecimiento de un vínculo sensible y cuidadoso.

Bryant Austin es un destacado fotógrafo de naturaleza y conservacionista. Su trabajo es reconocido a nivel internacional y se centra en el registro de las ballenas. Un breve paso por Chile marcó un punto de inflexión en su vida. Fue en 2008 en Santiago, en un encuentro organizado por la Comisión Ballenera Internacional. 

Quién es

Bryant Austin es fotógrafo de naturaleza y conservacionista. Es autor de algunos de los registros más íntimos, cercanos y singulares de las ballenas. Su obra está construida sobre la premisa de impulsar la preservación de los animales a partir del arte y la fotografía.

Su trayectoria presenta varios momentos de desafío. La primera vez que intentó fotografiar a una ballena fue en el norte de África, en las islas Azores. Tenía 25 años y poca experiencia en la materia. Buscaba cumplir el sueño que tenía desde pequeño: nadar con los cetáceos y registrarlos de cerca.

Las fotografías obtenidas no fueron buenas. Hubo fallas técnicas y Austin tampoco supo cómo acercarse a las ballenas. Y se frustró, sobre todo al ver su trabajo y al compararlo con lo que hacían otros colegas.

Pero siguió adelante. Comprendió que debía capacitarse y lo hizo. Consiguió un trabajo como administrativo en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de California. En sus ratos libres, fotografiaba nutrias marinas en sus hábitats.

Gigantescas e inofensivas

El tiempo pasó y, una década más tarde, Bryant experimentó un hecho que daría un giro radical a su vida. Estaba buceando en las aguas de Tonga, una pequeña isla que se ubica en el océano Pacífico Sur. Sintió un leve roce en su espalda, en la zona del hombro. Se dio vuelta y se encontró con una ballena jorobada adulta que lo saludaba con su aleta caudal. 

Austin y la ballena se miraron a los ojos. En diálogo con el periódico chileno La Tercera, confesó que se sorprendió al ver que algo tan gigantesco podía ser tan inofensivo. 

Fue en ese momento cuando comprendió que su trabajo fotográfico debía seguir ese rumbo: el de retratar a los cetáceos a partir de encuentros íntimos que reflejen su sensibilidad y armonía. 

Bryant renunció a su trabajo, se deshizo de sus pertenencias y viajó al Caribe para retratar durante más de 4 meses a las ballenas.

Chile y un recuerdo especial

En 2005, poco después de su encuentro con la jorobada, Austin creó Conservación de Mamíferos Marinos a través del Arte, una organización sin fines de lucro que lucha contra la cacería comercial de cetáceos 

Gracias a la actividad de esta entidad y a su propio trabajo fotográfico, Bryant recibió en 2008 una invitación especial: fue convocado para participar en una reunión que la Comisión Ballenera Internacional organizó en Santiago de Chile.

Allí expuso sus mejores fotografías y vivió otra de esas experiencias que impulsaron su trayectoria. Conoció al empresario australiano Peter Hall, quien se ofreció a financiar su trabajo con las ballenas.

Era una época en la que Austin no era tan reconocido y le costaba encontrar financiamiento. Por este motivo, Bryant guarda un recuerdo más que especial de su viaje a Chile y su estadía en Santiago.

Conocimiento de las ballenas

El trabajo de Bryant Austin se destaca por varios motivos. Sorprende la manera en que registra la esencia de las ballenas a partir de una mirada íntima, sensible y cercana. Al mismo tiempo, maneja un nivel de definición que permite montar las imágenes en tamaños enormes, casi en escala real.

Sus retratos recorren el mundo. Ha realizado exposiciones en numerosos países. Algunas de las exhibiciones son sumamente especiales. Es el caso de las que tuvieron lugar en Noruega y en Japón, países con una tradición de cacería que se mantiene vigente. 

El fotógrafo sigue trabajando a partir de las mismas premisas fundamentales. La paciencia es una de ellas. Establecer un vínculo de cercanía con las ballenas lleva su tiempo.

Otra es no moverse dentro del agua. Ceder el control y esperar que los cetáceos se desplacen. Confiar en la inteligencia de estos mamíferos marinos, que saben cuándo y cómo acercarse. Y que lo hacen cuando saben que su integridad está a salvo.