Las poblaciones de ballenas comenzaron a diezmar al poco tiempo de la aparición de la cacería industrial. No obstante, su prohibición en Chile recién se produjo en 1983.
La historia de la caza de ballenas en Chile se remonta a siglos atrás y tiene como primeros protagonistas a los pobladores nativos. La actividad se potenció con el surgimiento de la industria internacional y la aparición de tecnologías modernas. El último registro de cetáceo capturado data de 1983. Desde entonces, las poblaciones de estos mamíferos marinos se encuentran en recuperación, aunque aún se enfrentan a diversos riesgos.
Chile y la diversidad de ballenas
Fernando Lizama-Murphy es un escritor chileno que es miembro de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile. Tomando como referencia a autores como Daniel Quiroz Larrea (antropólogo e investigador de Chile), se propuso narrar la historia de la caza de cetáceos en el mar de su país.
Lizama-Murphy destaca ante todo la cantidad de cetáceos que se encuentran en el país. Menciona la identificación de 43 tipos diferentes y explica que la variedad de especies responde en parte a todas las condiciones que el territorio ofrece para los animales.
El mar de Chile abarca desde las aguas polares del sur hasta las cálidas del norte. Por lo tanto, las especies de ballenas tienen allí regiones para alimentarse y también para reproducirse y criar a sus ballenatos.
El surgimiento de la cacería
La historia de la caza de ballenas se remonta a más de mil años atrás. Y se explica por la necesidad de las personas de obtener abrigos y alimentos, recursos que se procuraban mediante la flora y la fauna.
Al principio, solo se apelaba a los cetáceos varados, ya que la cacería en el mar requería de instrumentos y técnicas más complejas. De los cuerpos se utilizaba la carne como alimento, los huesos para estructuras de casas y la grasa como aceite y otras funciones.
El desarrollo en Chile fue irregular. A lo largo de toda su extensión territorial se encontraban diversos grupos humanos. Cada uno contaba con sus propias técnicas y maneras de cazar, y algunas poblaciones estaban más avanzadas que otras.
La caza industrial
La llegada de flotas estadounidenses a la región chilena hacia fines del siglo XVIII fue uno de los factores que marcó el comienzo de la era de cacería industrial en la región.
Las enormes poblaciones de ballenas y otros mamíferos marinos también llamaron la atención de distintos países de Europa, entre ellos Inglaterra y España.
Poco tiempo después, autoridades chilenas impulsaron la explotación de los cetáceos como fuente de ingreso para la región. Bernardo O’Higgins fue una de las figuras que apoyó la actividad.
Por su parte, Daniel Quiroz menciona a José Olivares y a Juan Macaya como pioneros en la actividad ballenera industrial. Estos operaron en Caleta Tumbes y en la Isla Santa María, respectivamente. ´
Cifras alarmantes
Con el paso del tiempo se dividieron las formas de cacería. Por un lado, se desarrolló la actividad industrial. Por el otro, se mantuvieron las formas artesanales de las poblaciones nativas.
El negocio se volvió un éxito. Talcahuano y Valparaíso fueron regiones pioneras en el desarrollo de la industria. Las instalaciones balleneras comenzaron a reproducirse y se modernizaron las tecnologías. La aparición del cañón arponero, inventado en Noruega en 1864, es el ejemplo más contundente.
La International Whaling Commission de Cambridge, Inglaterra, expresa que la Sociedad Ballenera de Magallanes capturó 3755 ballenas entre 1904 y 1915. Entre 1908 y 1911, la Sociedad Ballenera Christensen y Cía. hizo lo propio con 924 cetáceos.
De la Sociedad Ballenera de Corral se registra una captura de 4935 ballenas entre 1914 y 1936. Más alarmante es el caso de la Compañía Industrial S.A. (INDUS), que cazó 28538 cetáceos entre 1944 y 1965.
En todos los casos se trata de cifras oficiales, que no siempre son coincidentes con la realidad.
Los altibajos de la actividad
Las poblaciones de ballenas comenzaron a diezmar poco tiempo después del desarrollo de la industria. Ya en los años siguientes a 1850, por ejemplo, se comenzó a percibir una disminución en la presencia de los cachalotes.
Otros factores también influyeron en el declive de la actividad. La vida de las tripulaciones era difícil: padecían enfermedades y el riesgo de naufragio era elevado.
Los empresarios locales se enfrentaban a la dificultad de competir frente a los recursos extranjeros. Y otros factores propios de la época hicieron lo suyo. Uno de ellos fue el surgimiento y la expansión de la electricidad, que generó una menor necesidad del aceite y la grasa de ballena.
Chile y la prohibición de la caza
La cacería indiscriminada continuó a pesar de las fluctuaciones marcadas por la caída del precio del aceite de ballena y por la disminución de los ejemplares en las aguas de Chile.
La actividad se prohibió en el país en 1983. De acuerdo con los registros, el último cetáceo se capturó el 21 de mayo de aquel año.
Desde entonces, las distintas especies de cetáceos comenzaron una lenta recuperación. Aunque hoy en día sus poblaciones se enfrentan a diversas amenazas. Las colisiones con embarcaciones, la contaminación química y acústica, los enmallamientos y la crisis climática son algunas de ellas.
Los factores que ponen en riesgo a las ballenas cambian. Lo que debe mantenerse intacto es la conciencia de luchar por su conservación y la de los distintos ecosistemas que habitan.
Martín Prieto comenzó su carrera en Greenpeace Argentina como Director Ejecutivo. Logró importantes avances como la sanción de la Ley de Promoción de la Energía Eólica y la Ley de Protección del Bosque Nativo. En 2012, asumió como Director Ejecutivo de Greenpeace Andino, liderando las oficinas de Argentina, Chile y Colombia hasta 2018.
En 2006, Prieto fue designado Líder de la Campaña de Ballenas por Greenpeace International, destacándose en el bloqueo de los intentos de Japón de retomar la caza comercial de ballenas junto a la Comisión Ballenera Internacional. Además, ha sido asesor de Greenpeace International, Greenpeace Mediterráneo, Greenpeace India y Greenpeace Rusia.