La cacería de ballenas comenzó en las aguas árticas y en los océanos Atlántico y Pacífico Norte. Hacia inicios del siglo XVII se extendió al hemisferio sur.

La caza indiscriminada de las ballenas comenzó hace aproximadamente mil años. Durante siglos, se realizó buscando materia prima como la grasa, para la fabricación de productos y uso personal. Hoy en día, y a pesar de las prohibiciones, la problemática continúa debido a comercios como el gastronómico.

Qué ocurría con los cetáceos hace cinco mil años

La Enciclopedia Británica afirma que la caza de ballenas comenzó en la Prehistoria. Al respecto, indica que la evidencia de la arqueología permite saber que esta práctica ya se llevaba a cabo en el 3000 a.C.

Todo comenzó con los esquimales de las regiones árticas, en las aguas de los océanos Ártico, Atlántico y Pacífico norte. Con el paso del tiempo, la práctica se extendió hacia otras zonas como la del actual Japón.

La ballena blanca y el narval eran las especies más cazadas por su tamaño. También se atacaban a los cetáceos que llegaban hasta aguas poco profundas para reproducirse.

Quiénes fueron los precursores de la caza

Se usaban redes y lanzas envenenadas. Otro método era el de los arpones, para evitar que las ballenas se escapen.

María Alejandra Romero, Doctora en Biología que investigó la cuestión para CIMAS-CONICET, agrega que los vascos fueron los primeros en cazar ballenas de forma sistemática.

Esto comenzó en el siglo VI de la era actual. Lo que se hacía era matar a los cetáceos y luego arrastrar los cuerpos hasta las costas. Allí se les quitaba la grasa y las barbas para distintos fines.

De la manualidad a las técnicas avanzadas

Con el paso del tiempo, distintos territorios fueron ganando experiencias en lo que es la caza de las ballenas. Comprendieron, por ejemplo, que los cetáceos se alimentan en las regiones árticas. Y hacia allí se dirigieron para encontrar especímenes con mayor cantidad de grasa.

Sin embargo, al comienzo era una actividad manual y riesgosa para el ser humano. De acuerdo con el investigador Enrique Crespo, la cantidad de ballenas cazadas era muy poca y por eso los cetáceos no corrieron peligro de extinción.

El avance de la tecnología naval y pesquera cambió el panorama. Lo mismo ocurrió con el desarrollo de los mercados vinculados a aquellos productos provenientes de las ballenas.

Qué productos se comercializaban

Crespo explica que la grasa se usaba para velas y lámparas de aceite y es elocuente cuando afirma que durante la Edad Media toda Europa se iluminó con estas técnicas.

El Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) agrega que de estos animales se obtenían otros materiales que se usaban para fabricar muchos productos de uso cotidiano.

Con las barbas, por ejemplo, se hacían peines, cepillos, varillas para corsets y armazones para paraguas. Con los huesos, por su parte, se hacían joyas y collares.

El aumento de la caza indiscriminada

El auge de las expediciones para conocer todo el largo y el ancho del mundo hizo que la cacería llegue hasta el hemisferio sur.

Los primeros registros de captura de ballenas francas australes datan de comienzos del siglo XVII. La corona portuguesa fue pionera. Luego, se le sumaron la española, la británica y la francesa, entre otras.

No hay manera de saber con exactitud cuál es la cantidad de ballenas que fueron cazadas durante esta época. Romero menciona un estimativo: que entre los siglos XVII y XX se tomaron aproximadamente 50 mil presas.

El ICB aporta cifras más impactantes: declara que, para 1850, las ballenas francas cazadas a nivel global eran al menos 200 mil. Al mismo tiempo, tan solo en el hemisferio sur se habían cazado 1 millón y medio de ejemplares de todas las especies de cetáceos.

Por qué la problemática sigue vigente

Entre los siglos XIX y XX la situación se agravó. Muchas especies quedaron en peligro de extinción y algunas directamente desaparecieron. 

Se comenzó a tomar conciencia acerca de la necesidad de proteger a estos animales. Se dictaron leyes internacionales que prohíben su caza y nacieron organizaciones como la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

La cantidad de ballenas a nivel mundial volvió a crecer de manera paulatina. No obstante, siguen en peligro por varios motivos, entre ellos la contaminación y el aumento del calentamiento global.

La caza sigue siendo otra de las amenazas. Países como Japón, por ejemplo, omiten las leyes vigentes y siguen comercializando con estos cetáceos. El consumo de su carne es una de las razones.

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💔 Este viaje en el tiempo revela cómo la codicia humana amenazó a nuestras ballenas. Entre el XVII y XX, la caza indiscriminada marcó un capítulo sombrío que casi lleva a la extinción a estas criaturas.

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