Un estudio realizado por el Centro de Conservación Cetácea de Chile reveló que las ballenas azules de Chiloé presentan distintos tipos de contaminantes en sus cuerpos. Uno de ellos es el PCB, que es considerado uno de los más peligrosos del planeta.

Hace unos años, Bárbara Galletti impulsó una serie de estudios para analizar los efectos de la contaminación química en la ballena azul del Archipiélago de Chiloé. Los resultados fueron desalentadores y funcionan como un indicador del estado de salud que presentan los océanos del mundo. 

El punto de partida

Bárbara Galletti es la presidenta del Centro de Conservación Cetácea de Chile y hace unos 25 años que se dedica a la preservación de las ballenas y otros mamíferos marinos.

Durante el transcurso de la primera década del nuevo milenio, Galletti trabajaba haciendo foto-identificación con una población de 500 ejemplares de ballena azul en el Archipiélago de Chiloé.

Fue entonces cuando notó que varios ejemplares presentaban una anormalidad en sus pieles. La investigadora pensó que se podía tratar de algo temporal. Pero en un encuentro de especialistas en azules que se desarrolló en 2007 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, dio con que este tipo de lesiones también se habían hallado en otros animales.

La investigación

Galletti consideró que era necesario seguir de cerca el fenómeno. E impulsó un estudio que se llevó a cabo en el marco del Proyecto Alfaguara, una propuesta del CCC que trabaja desde el 2003 en la preservación de la ballena azul.

Con el apoyo del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) de Argentina, el punto de partida fue la toma de muestras de piel y grasa de los cetáceos afectados. Y la tarea supuso un gran desafío.

La recolección de muestras debió realizarse mar adentro y con un instrumento especial, una flecha diseñada para generar picaduras superficiales en las ballenas, de tal manera que se obtengan fragmentos de piel sin dañar a los animales.

Al mismo tiempo, cada muestra debía contener una parte enferma y otra sana para que se pudieran realizar los análisis comparativos necesarios.

Los resultados

El período de recolección de muestras fue extenso: tuvo lugar entre 2009 y 2017. No solo por las dificultades mencionadas, sino también por la necesidad de estudiar aquellas lesiones sostenidas en el tiempo.

Las muestras fueron analizadas por un equipo de científicos de la Universidad de Barcelona, España. Y los primeros resultados se compartieron en 2019 en la revista Science of the Total Environment.

Se comprobó que en la piel de las ballenas azules de Chiloé había presencia de distintos tipos de contaminantes, todos ellos persistentes en el tiempo.

Algunos de los contaminantes hallados fueron PCB, PBDE, DDT y HCB. La Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) informa, por ejemplo, que el DDT es un pesticida que se usaba en la década de 1980 y que en la actualidad se encuentra prohibido. También agrega que el PCB es uno de los 12 contaminantes más peligrosos del mundo. 

De Chile al resto del planeta

La investigación impulsada por Galletti representó el comienzo de una serie de estudios centrados en la presencia de contaminantes químicos en las ballenas azules.

El mismo equipo de la Universidad de Barcelona que analizó las muestras comenzó su propia investigación, enfocada en cuáles son los virus y las bacterias que se presentan en la piel de las ballenas como consecuencia de la contaminación.

Por otra parte, el CCC de Chile trabajó en conjunto con científicos de la Universidad de Flinders, Australia, y realizó un estudio de comparación genética entre las poblaciones de azules de ambos países.

La información obtenida por el trabajo realizado por Galletti y compañía abre a su vez nuevos interrogantes. Los científicos se encuentran ante la necesidad de saber qué pasa con los cetáceos y los contaminantes: si los acumulan también por la ingesta de kril, si las madres los pasan a sus crías a través de la lactancia y demás.

También es clave el monitoreo a largo plazo: repetir el mismo estudio dentro de unos años para comparar y obtener datos más concretos sobre la acumulación de contaminantes y sus consecuencias.

La investigación científica es fundamental para conocer a los cetáceos y desarrollar acciones concretas para su preservación. También permite obtener un diagnóstico más preciso sobre la salud de los océanos y los ecosistemas que habitan, trabajando también por su conservación.